miércoles, febrero 04, 2009

Thebussem (II)

"Droapianas"

Diario de Jerez, 28-01-2006
Jesús Romero Valiente


Mariano Pardo de Figueroa, gran lector de Cervantes, salpicó la prensa de mediados del XIX con una serie de originales artículos destinados a atraer la atención sobre El Quijote. Como “los alemanes son... los que mejor conocen nuestra literatura, y más admiran y estudian a los autores españoles”, inventó un personaje que le sirviera para expresar, entre bromas y veras, sus opiniones sobre el lamentable estado de los estudios cervantinos en España. El Doctor Emilio W. Thebussem (anagrama de "em-bus-tes"), barón de Tirmenth ("men-tir"), había heredado de su abuelo y su padre la manía por Cervantes. En su castillo de Wurztbourg había reunido “no sólo todas las ediciones de las obras del Manco de Lepanto, sino también cuanto con este personage tenía relación”: cuadros, esculturas, estampas, autógrafos... La descripción de esta biblioteca-museo, trasunto idealizado de la que poseía el asidonense, es un alarde de detallismo comparable con alguna pintura de Fortuny. La ficción literaria convierte a Pardo de Figueroa en solícito ayudante de Thebussem, a quien aconseja y advierte “para el arreglo del Museo al cual consagra todo su tiempo y una gran parte de su cuantiosa fortuna”. En mayo de 1862 M. Droap (anagrama de "Par-do"), comisionado en España para dar cuenta de las noticias que se generaran sobre Cervantes y El Quijote, remite al "aristócrata alemán" su primera carta, donde, amén de reseñar algunos escritos e investigaciones recientes, le comenta la favorable acogida entre los literatos españoles de su idea de crear una Academia o Sociedad de Cervantes cuyos objetivos fueran: reunir todas las ediciones españolas y extranjeras de El Quijote y demás obras de Cervantes, además de las de los libros que se mencionan en el escrutinio del Cura y el Barbero; recoger todos los folletos y artículos que trataran sobre Cervantes; publicar una magnífica edición de todas sus obras; crear un gabinete de curiosidaes y objetos artísticos de tema cervantino; dedicar un día al año al recuerdo de Cervantes; publicar un periódico trimestral para insertar artículos sobre el autor y sus obras... En junio de ese mismo año varios periódicos publicaban una gacetilla tomada de El Contemporáneo de Madrid desmintiendo que se hubiese fundado dicha academia: “Afortunadamente la tal reunión de literatos y la tal Academia no son verdad, sino una broma de algún desocupado. Y decimos afortunadamente, porque si fuera cierto lo de esta Academia, con su periódico trimestral en que sólo se hablase de Cervantes, acabarían muchos por aborrecer a Cervantes y por fastidiarse con El Quijote”. Tan cerril respuesta fue contestada inmediatamente de puño y letra por el propio Pardo de Figueroa. Sólo cuatro años después la Real Academia de la Lengua acordaría hacer una edición de El Quijote y crear una comisión para formar una biblioteca especial de Cervantes en la que se acopiaran cuantas ediciones y traducciones se encontraran, “no perdonando medio para reunirlas”, y cuanto “se ha impreso relativo al incomparable escritor”. Las epístolas de M. Droap, a las que volveremos otro día, fueron reunidas en dos tomos y editadas con las pertinentes anotaciones. El primer tomo (Cádiz, Imprenta de la Revista Médica, 1868) contiene las siete cartas publicadas entre 1862 y 1868, el segundo (Madrid, 1869) contiene la octava carta, algunos apéndices y los comentarios de la prensa española y extranjera sobre las Droapianas.

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