jueves, diciembre 26, 2013

El gorrión de Lesbia (IV)


Lesbia, J. R. Weguelin (1878), Colección particular

El poema 2 de Catulo y J. R. Weguelin
2a
Passer, deliciae meae puellae,
Quicum ludere, quem in sinu tenere,
Cui primum digitum dare appetenti
Et acris solet incitare morsus,
Cum desiderio meo nitenti
Carum nescio quid lubet iocari
Et solaciolum sui doloris,
Credo ut tum gravis acquiescat ardor:
Tecum ludere sicut ipsa possem
Et tristis animi levare curas!
2b
..............................................
Tam gratum est mihi quam ferunt puellae
Pernici aureolum fuisse malum,
Quod zonam soluit diu ligatam.

2
Gorrión, capricho de mi amada,
Con quien jugar, a quien tener en su regazo,
A quien, cuando se la reclama, dar la yema de su dedo suele,
Y provocar sus vivos mordiscos,
Cuando al resplandeciente anhelo mío
Le agrada solazarse con no sé qué afición
Y pequeño alivio de su pesadumbre,
Para calmar, creo, su embarazosa pasión.
¡Jugar contigo, como ella, ojalá pudiera
Y aliviar las amargas penas de mi corazón!

2a
......................................................................
Tan grato es para mí como cuentan fue
A la veloz muchacha la manzana dorada
Que desciñó su cinturón tanto tiempo ajustado.
(La traducción es nuestra)

El poema 2 de Catulo, dedicado al pajarillo con el que Lesbia solía entretenerse y al que el poeta no puede hacer partícipe de sus juegos (interprétese como se quiera, ya al pie de la letra, ya viendo en todo ello una metáfora erótica), ha llegado hasta nosotros con lo que la mayoría de los estudiosos consideran una laguna en la transmisión textual. Tras ella podemos leer una referencia al mito de la doncella Atalanta, quien había consagrado su virginidad a Ártemis y mataba a sus pretendientes tras desafiarlos a una carrera, hasta el momento en que rivalizó con Hipomenes, que la sedujo o engañó al mostrarle la manzana de oro con que Afrodita había sido premiada en el Juicio de Paris.

La lectura del poema que ofrecemos arriba es la habitualmente admitida hoy en día, pero dista un poco de la que nos mostraba Sidney George Owen en la preciosa edición de 1893 (London, Lawrence and Bullen) Catullus: with the Pervigilium Veneris, ilustrada por el pintor John Reinhardt Weguelin.  En ella no hay solución de continuidad entre las dos partes gracias a la conjetura "posse", en lugar de "possem", en el verso 9 (cf. Notes, p. 150). De esta manera, sería tan grato para el poeta jugar con el pajarillo de Lesbia como dicen que fue la manzana de oro para la doncella Atalanta.



El libro de Owen contiene seis ilustraciones a toda página, en blanco y negro y con amplios márgenes, que reproducen acuarelas del pintor J. R. Weguelin: un frontispicio que incia el poemario de Catulo; una obra titulada "Ille mi par esse deo videtur", dedicada al conocido poema 51 del veronés; otra que ilustra el poema 63 (sobre el mito de Atis), a la que da título el verso 21 del mismo, "Ubi cymbalum sonat vox, ubi tympana reboant"; dos acuarelas dedicadas al largo poema 64, el epitalamio de Tetis y Peleo, que nos muestran a las Nereidas emergiendo del fondo del mar asombradas ante la magnitud de la nave Argo ("Aequoreae monstrum Nereides admirantes", v. 15) y a Ariadna abandonada en la isla de Naxos ("Quem procul ex alga maestis Minois ocellis,/  Saxea ut effigies bacchantis, prospicit, eheu!", vv. 60-61); y, finalmente, otra que ilustra el Pervigilium Veneris ("Totus est in armis idem quando nudus est amor").

En la pintura que nos interesa Lesbia aparece recién salida de un baño que ha tomado al aire libre, jugueteando con un gorrión que se ha posado sobre su hombro izquierdo. Abandonada al placentero entretenimiento, ha caído el velo que cubría su espalda, que se muestra al espectador en toda su desnudez.  

 

El pintor inglés John Reinhardt Weguelin (1849-1927), activo entre 1877 y 1910, vivió durante gran parte de su infancia en Italia, donde se aficionó a su arte y a su historia, motivos en los que encontró abundante inspiración para su obra. Formado en la Slade School of Fine Arts, fue seguidor de Edward Poynter y Alphonse Legros, y gran admirador de Lawrence Alma-Tadema. La Antigüedad Clásica y la mitología (particularmente las leyendas relacionadas con el mundo pastoril, las ninfas y las sirenas) le sirvieron para crear escenas de figuras en el paisaje que destacan por su realismo lumínico y el buen dibujo del desnudo. Exhibió su obra en la Royal Academy, amén de en las más importantes galerías londinenses del momento, y perteneció a la Royal Society of Painters in Water Colours ya que brilló especialmente en este medio. Como ilustrador cabe destacar también su obra para Lays of Ancient Rome (1881), de Thomas Babington Macaulay; The Cat of Bubastes (1889), de G. A. Henty; los cuentos de Hans Christian Andersen contenidos en The Little Mermaid and other Tales (1893); y la traducción de Anacreonte de Thomas Stanley (1894). Olvidado durante la Primera Guerra Mundial, fue siempre recordado como el pintor de Lesbia, de la joven Lesbia del óleo homónimo que presentamos al comienzo de esta entrada. La musa de Catulo aparece de pie, en contraposto, enmarcada por la puerta de acceso a un jardín desde el que entra la luz del sol: los rayos atraviesan la fina túnica que cubre a la muchacha y dejan entrever su hermoso cuerpo desnudo. Una guirnalda de flores corona su cabeza, y su mirada se dirige al recipiente que ha dejado en el suelo y en el que se deposita el alimento de los gorriones que revolotean a su alrededor y se posan junto a sus pies. Detrás, flores y árboles, casas que descienden hasta la playa, y el mar...

sábado, diciembre 21, 2013

Feliz Navidad


La Virgen con los ángeles o La Música de los ángeles, William Adolphe Bouguereau (1881), Museum at Forest Lawn Memorial-Park (Glendale, California, United States)



Mis mejores deseos de salud, amor y prosperidad a los seguidores de este blog y a quienes casualmente lleguen a él en estos días.


lunes, diciembre 09, 2013

Historias de Medina Sidonia (XVI)

La leyenda de Baucio Caropo (IX)


Elocuencia, Cesare Ripa, Iconologia, París, 1643
El discurso que Juan de Mariana pone en boca de Baucio Capeto es de profunda raigambre clásica, como puede demostrar un breve análisis de las fuentes en que bebe el jesuita. Los tópicos retóricos y las iuncturae empleadas tienen principalmente su base en palabras de Cicerón y de Tito Livio.

Para que el héroe inicie su discurso es preciso el silencio de la concurrencia: “Silentio… facto, Princeps… inquit”. Este ablativo absoluto aparece repetidamente en Livio: antes del discurso en el foro del dictador Aulo Cornelio Coso, que censuró la conducta de Marco Manlio Capitolino, quien había prometido a la plebe saldar sus deudas y librarla de la usura de los patricios,

Tum dictator silentio facto, “utinam” inquit “mihi patribusque Romanis…” (6, 15, 4);

en las palabras previas al discurso del dictador Lucio Papirio ante el pueblo y los tribunos de la plebe cuando juzgó la temeraria acción contra los samnitas del joven jefe de la caballería Quinto Fabio,

Tum dictator silentio facto, “bene habet” inquit “Quirites…” (8, 35, 4);

o, por citar otro ejemplo, antes del discurso electoral de Quinto Fabio Máximo,

Q. Fabius silentio facto tali oratione est usus… (24, 7, 12).

Se trata de un silencio casi reverencial, cercano al preceptuado antes de la toma de augurios o de la realización de sacrificios.

El jefe de los turdetanos inicia su arenga diciendo que es propio de un espíritu blando y sin arrestos llorar por las desgracias ya que éste es un pasajero consuelo de los males que emplean las mujeres en sus lamentos,

Mollis … & eneruati animi est calamitatem deplorare, leue malorum in muliebri eiulatu solamen;
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De animo… couarde y sin brio es llorar las desgracias y miserias;

que es vergonzoso no oponer a las situaciones adversas más recurso que las lágrimas,

Turpe nullam rebus asperis opem afferre praeter lacrymas.

Cf. opem ferre, CIC. de orat. 1, 32; CAES. ciu. 1, 79, 3; LIV. 3, 17, 5; 27, 20, 8 et passim.

Más cuadra a los hombres vengar de inmediato las injurias recibidas armas en mano para mayor pesar de los enemigos:

Quin viros nos esse potius recordamur, correptisque continuo armis illatas iniurias vindicamus maiori hostium molestia?
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Por ventura no nos acordaremos que somos varones, y tomadas luego las armas vengaremos las injurias recebidas?

Cf. correptis signis, TAC. his. 2, 18.

Cicerón nos recordaba que en la guerra un espíritu fuerte y tenaz no debe doblegarse ante la adversidad aunque, ante todo, no debe perder el buen juicio y la razón para actuar con la máxima previsión, sólo circunstancias extremas, como la amenaza de la servidumbre o esclavitud, justificarían acudir al temerario enfrentamiento en el campo de batalla (off. 1, 80-81). Y esta última era la tesitura que se le planteaba a los turdetanos ante la amenaza fenicia:

Bellum autem ita suscipiatur, ut nihil aliud nisi pax quaesita videatur. Fortis vero animi et constantis est non perturbari in rebus asperis nec tumultuantem de gradu deici, ut dicitur, sed praesenti animo uti et consilio nec a ratione discedere. Quamquam hoc animi, illud etiam ingenii magni est, praecipere cogitatione futura et aliquanto ante constituere, quid accidere possit in utramque partem et quid agendum sit, cum quid evenerit, nec committere, ut aliquando dicendum sit "non putaram". Haec sunt opera magni animi et excelsi et prudentia consilioque fidentis; temere autem in acie versari et manu cum hoste confligere immane quiddam et beluarum simile est; sed cum tempus necessitasque postulat, decertandum manu est et mors servituti turpitudinique anteponenda.
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En cuanto a la guerra, empréndase de tal manera que sea evidente que no se busca nada más que la paz. En verdad es propio de un alma valerosa y tenaz no turbarse en las cosas difíciles ni dejarse desalojar de su posición, como suele decirse, por perder la serenidad, antes bien hay que conservar la presencia de espíritu y la capacidad de pensar, y no perder la razón. Esto concierne al alma; y esto es propio asimismo de una gran inteligencia, a saber: prever el futuro por medio de la reflexión y determinar, con suficiente antelación, qué puede ocurrir en uno y otro sentido, qué habrá que hacer cuando sobrevengan ciertas cosas, y no exponerse a tener que decir un día “no había pensado en ello”. Tales son las obras de un alma grande y elevada, que confía en su prudencia y en su buen juicio. En cuanto al lanzarse temerariamente a la batalla y combatir con las propias manos contra el enemigo, es un rasgo de ferocidad semejante al de las bestias salvajes. Sin embargo, cuando las circunstancias y la necesidad lo exigen, hay que combatir con las propias manos y preferir la muerte a la servidumbre y el envilecimiento.
(Traducción de Francisco Samaranch, Marco Tulio Cicerón, Los deberes, Universidad de Puerto Rico, 1972)

En De oratore (2, 347, 1) repetía el arpinate que es digno del mayor elogio haber mantenido la dignidad en las circunstancias adversas: "retinuisse in rebus asperis dignitatem".

De Cicerón toma también Mariana la expresión “deplorare calamitatem”, claramente inspirada en el pasaje de la undécima Filípica (11, 6) en el que se igualan las atrocidades cometidas por Dolabela con las injusticias de Marco Antonio:

Cum hoc hoste bellandum est, cuius taeterrima crudelitate omnis barbaria superata est! Quid loquar de caede civium Romanorum, de direptione fanorum? Quis est, qui pro rerum atrocitate deplorare tantas calamitates queat? Et nunc tota Asia vagatur, volitat ut rex, nos alio bello distineri putat.

---
Este es el enemigo a combatir, el monstruo que sobrepuja en crueldad a cuanto pudo inventar la barbarie. ¿Qué decir de la matanza de ciudadanos romanos, del saqueo de los templos? ¿Quién es capaz de deplorar todas las calamidades producidas por hechos tan atroces? Y, sin embargo, Dolabela se está paseando por toda Asia con fausto regio, creyéndonos empeñados en otra guerra.
(Traducción de Juan Bautista Calvo, Marco Tulio Cicerón, Filípicas, Barcelona, Planeta, 1994)

Muerte de Octavia, Anónimo holandés del siglo XVIII

Llorar por las desgracias es un consuelo pasajero, “leue malorum… solamen”, como bien dice Octavia en la monodia inicial de la “praetextata” erróneamente atribuida a Séneca (OCTAVIA 65-71):

Me crudeli sorte parentes                                65
Raptos prohibet lugere timor
Fratrisque necem deflere uetat,
In quo fuerat spes una mihi
Totque malorum breue solamen.
Nunc in luctus seruata meos                           70
Magni resto nominis umbra.

---
A mí el temor me impide lamentar a unos padres
Que la suerte cruel me ha arrebatado
Y que llore la muerte de mi hermano
En el que residía mi única esperanza,
Efímero consuelo de tantas desgracias.
Ahora sobrevivo para mis lamentos
Y soy sólo la sombra de un gran hombre.

(Traducción de Jesús Luque Moreno, Séneca, Tragedias II, Madrid, Editorial Gredos, 1980)

Por supuesto, el general debe reprimir los lamentos de sus hombres cuando se ven atemorizados por la superioridad del enemigo. Así lo hace Lucio Marcio cuando el ejército romano se desploma una vez sabido que el cartaginés Asdrúbal había cruzado el Ebro y se dirigía contra él. La rabiosa reacción de los soldados no se hace esperar.

Ceterum postquam Hasdrubalem Gisgonis uenientem ad reliquias belli delendas transisse Hiberum et adpropinquare adlatum est signumque pugnae propositum ab nouo duce milites uiderunt, recordati quos paulo ante imperatores habuissent quibusque et ducibus et copiis freti prodire in pugnam soliti essent, flere omnes repente et offensare capita et alii manus ad caelum tendere deos incusantes, alii strati humi suum quisque nominatim ducem implorare. neque sedari lamentatio poterat excitantibus centurionibus manipulares et ipso mulcente et increpante Marcio, quod in muliebres et inutiles se proiecissent fletus potius quam ad tutandos semet ipsos et rem publicam secum acuerent animos et ne inultos imperatores suos iacere sinerent… (LIV. 25, 37, 8-10)

---
Pero cuando llegaron noticias de que Asdrúbal el de Gisgón, que venía con intención de liquidar lo que quedaba de resistencia, había cruzado el Ebro y se estaba acercando, y los soldados vieron que el nuevo general daba la señal para la batalla, se acordaron de los generales que tenían poco antes y de cómo eran los jefes y los ejércitos en los que estaban acostumbrados a depositar su confianza cuando marchaban al combate, y de pronto todos se pusierona a llorar y a mesarse la cabeza, y unos tendían sus manos al cielo echando la culpa a los dioses, y otros, tendidos en tierra, invocaban cada uno el nombre de su general. No se conseguía acallar las lamentaciones a pesar de que los centuriones trataban de levantarles los ánimos a los hombres de sus manípulos y el propio Marcio les hablaba con suavidad o los increpaba porque se entregaban a llantos inútiles y propios de mujeres en vez de tensar sus ánimos para defenderse a sí mismos y al mismo tiempo a la república y no dejar que sus generales quedaran sin venganza.

(Traducción de José Antonio Villar Vidal, Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación. Libros XXI-XXV, Madrid, Editorial Gredos, 1993)

Porque, en cualquier caso, llorar y lamentarse es una acción propia de mujeres, no de hombres: “muliebri… ploratu” (LIV. 2, 33, 8), “muliebres fletus” (LIV. 5, 40, 3), “si se lamentis muliebriter lacrimisque dedet” (“si se abandona a lamentos y lágrimas como hacen las mujeres”, CIC. Tusc. 2, 48)…

Adflictusne et iacens et lamentabili voce deplorans audieris: "O virum fortem!"? Te vero ita adfectum ne virum quidem quisquam dixerit. (CIC. Tusc. 2, 32)

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¿Cuando estás afligido, abatido y gimiendo con voz deplorable, vas oír: “¡Qué hombre fuerte!”? Si estás en un estado semejante, nadie dirá siquiera que eres un hombre.

Et, si verum quaerimus, in omnibus officiis persequendis animi est adhibenda contentio; ea est sola offici tamquam custodia. Sed hoc idem in dolore maxime est providendum, ne quid abiecte, ne quid timide, ne quid ignave, ne quid serviliter muliebriterve faciamus, in primisque refutetur ac reiiciatur Philocteteus ille clamor. Ingemescere non numquam viro concessum est, idque raro, eiulatus ne mulieri quidem. Et hic nimirum est "lessus", quem duodecim tabulae in funeribus adhiberi vetuerunt. Nec vero umquam ne ingemescit quidem vir fortis ac sapiens. (CIC. Tusc. 2, 55-56)

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Y si es la verdad lo que buscamos, la tensión del alma debe aplicarse al cumplimiento de todos los deberes; ella es, por así decirlo, la única custodia del deber. Pero en el caso del dolor debemos parar mientes particularmente en no hacer nada que sea abyecto, nada que sea cobarde, nada que sea indolente, nada que sea propio de un esclavo o de una mujer, y por encima de todo, rehusar y rechazar gritos como los de Filoctetes. Alguna vez, aunque raramente se le puede permitir a un hombre gemir, pero los gritos de dolor ni siquiera a una mujer. Éste es sin duda el grito de lamento cuyo uso prohibieron las Doce Tablas en los funerales. Pero un hombre fuerte y sabio nunca deja escapar un gemido…

(Traducción de Alberto Medina González, Cicerón, Disputaciones Tusculanas, Editorial Gredos, Madrid, 2005)

La muerte de Virginia, Charles Moreau (1796-1808), Colección particular

Y es que, dice Tito Livio en el fragmento que narra la venganza de Virginio por la violación de su hija Virginia a manos del decénviro Apio Claudio, las mujeres son más débiles de espíritu.

Sequentes clamitant matronae, eamne liberorum procreandorum condicionem, ea pudicitiae praemia esse?— cetera, quae in tali re muliebris dolor, quo est maestior imbecillo animo, eo miserabilia magis querentibus subicit. (LIV. 3, 48, 8)

---
Las matronas les siguen preguntando a gritos si a esto está destinada la procreación de los hijos, y todo lo que en circunstancias semejantes les sugiere el dolor a las mujeres, más agudo porque son más débiles de espíritu, y por eso mismo más conmovedor en sus lamentos.

(Traducción de José Antonio Villar Vidal, Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación. Libros I-III, Madrid, Editorial Gredos, 1990)

Podemos leer la iunctura "muliebri eiulatu" en Tácito (ann. 16, 10, 4) referida a la manera en que Politta, hija de Lucio Vétere, se dirigía al emperador Nerón pidiendo clemencia para con su padre, que había sido su colega en el consulado y ahora estaba condenado a muerte.

Et quia aditu Neronis prohibebatur, egressus obsidens, audiret insontem neve consulatus sui quondam collegam dederet liberto, modo muliebri eiulatu, aliquando sexum egressa voce infensa clamitabat, donec princeps immobilem se precibus et invidiae iuxta ostendit.

---
Y, como se le impedía el acceso a Nerón, acechando sus salidas le pedía a voces a quien era inocente y que no pusiera en manos de su libeto a quien fuera su colega en el consulado, unas veces con alaridos mujeriles, pero otras con voz amenazadora e impropia de su sexo, hasta que el príncipe se mostró inaccesible por igual a sus ruegos y a sus imprecaciones.

(Traducción de José Luis Moralejo, Cornelio Tácito, Annales. Libros XI-XVI, Madrid, Editorial Gredos, 1980)

E incluso a la mujer, dice Séneca en su Consolación a su madre Helvia,  le conviene dominar tales manifestaciones de dolor.

Lamentationes quidem et eiulatus et alia per quae fere muliebris dolor tumultuatur amoue; perdidisti enim tot mala, si nondum misera esse didicisti. Ecquid uideor non timide tecum egisse? nihil tibi subduxi ex malis tuis, sed omnia coaceruata ante te posui. Magno id animo feci; constitui enim uincere dolorem tuum, non circumscribere. (SEN. dial. 12, 3-4)

---
Rechaza de ti los sollozos, lamentos y agitadas manifestaciones que de ordinario lleva consigo el dolor de la mujer; porque habrás perdido todo el provecho de tantos males si no has aprendido aún a ser desgraciada. ¿Ves acaso que te trato con timidez? Nada he suprimido de tus males; todos te los he presentado ante los ojos, haciéndolo con resolución, porque pretendo triunfar de tu dolor y no atenuarlo.

(Traducción de Francisco Navarro y Calvo, Consolación a Helvia por Lucio Anneo Séneca, Biblioteca Virtual Cervantes, http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/consolacion-a-helvia). 
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